Que vacíos me parecieron siempre, los sueños de grandeza de los hombres. La búsqueda de la inmortalidad, su incombustible impaciencia.
Que vacío estuvo siempre Ícaro que al no tener nada dentro tuvo que buscar el sueño en tocar el sol. Y así como Ícaro a todos los grandes sueños, el tiempo, la enfermedad, la muerte y el olvido les buscarán lugar.
Lo bueno siempre esta en el detalle amable, en el gesto cariñoso, en el alma salvaje que no se deja domesticar por los vacíos sueños de grandeza ni por el infinito narcisismo de esta época simple y hostíl en la que vivimos.
Estás tan solo Ícaro, tan solo y tan quemado.