Elegiste para mi, cabrón, el fuego eterno.
Y yo dije pues ya que estoy voy a bailar en medio de 10 sufrimientos, una de ellas desgarra, 9 esperan para rematar. Levanto entre sueños perseguido como un animal herido hasta el risco caído donde la cazadora me acaba de empujar, me levanto siempre mirando a los lados, esperándote encontrar y nunca encontrándote.
Quisiste que fuera así, le digo a ella y a mi. Tienes a tu espalda en el espejo una cruz revestida de terciopelo que lamían siempre los siervos y a la que yo nunca quise servir y sin embargo, sirvo, siempre serví. Es la imagen de una mujer la cruz del hombre contra la que solo aquellos que aman otros hombres consiguen revelarse en un acto bellísimo de rebeldía contra la autoría y la autoridad de la santa sangrada familia y que no todos podemos practicar. Tenemos losas abismales que nos conducen a las fosas abisales de la frustración y el desamor.
Así que arrastrando piedras en el desierto algunos solo queremos ser lo máximo feliz que podamos ser y en nuestro tiempo libre cagarnos en la puta involución, la vuelta a la tradición y la barbarie, la basura de siempre.
Vivimos en una isla para no encontrarnos con esa cruz importada más de lo necesario y sin embargo, como decía galeano citando a alguien más: ``Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Nos dijeron. Cierren los ojos y recen y cuando abrimos los ojos ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la biblia``. En nuestro caso la tierra nunca será nuestra, porque en un etnocidio nos extinguieron y nos convertimos y convirtieron en hijos ricamente mezclados entre chinos y normandos, a través de los siglos, pero podremos, poco a poco tirar los siglos de biblias y cuentos macabros a la basura para acabar teniéndonos a nosotros mismos y a los y las que amamos sin cargos de conciencia.
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