Mi amor por ti será infinito.

Esta noche, en la mañana del 16 de marzo de 2020 murió mi abuela Merce a las 5 30, me siento al borde de la cama en el piso de galileo, lejos de mi familia, miro a la nada.
Murió tranquila, dormidita como un pajarito dice mi padre.
Ya no se acordaba de quien era, yo no deseo vivir mis últimos días como fueron los suyos.
Debería aliviarme, sin embargo, me duele.
No me duele por ella, soy mucho más egoísta.
Me duele por mi.
Me duele por mis primos que no están.
Me duele por ella que no la conoció.
Me duele porque estoy en cuarentena y miro a la ventana encerrado.
¿Como voy a ir a ver su cremación?
¿Me dirán algo? me pregunto estúpido.

Estoy cansado.
He dormido mal.
Aprendí de mi abuela en los últimos días mucho de mi padre.
La lealtad y el amor. La fidelidad y la dedicación absolutas, hasta el final.
Espero que mis tíos estén bien.

Me siento solo, en este cuarto.
El mundo sigue dando vueltas.

Te quiero abuela y no te volveré a ver. Cada vez que digo, te quiero alguien desaparece.

Y es que el valor mío se convierte en polvo solitario.

Ojalá la existencia humana valga la pena.

No fuí el mejor nieto del mundo, pero lo hice a mi manera.
La trate siempre con el amor que pude.
Aún en sus peores días.
Intentaba que mi voz le sonara dulce y confortable para una niña perdida.
Y por eso ella me miraba como si me conocía.
Pero ya sé que hace mucho tiempo que no me conocía.
Son la demencia senil y el alzheimer enfermedades muy crueles.
Te quitan todo lo que tienes y te dejan solo en la oscuridad.

No iré a tu funeral por evitar contagiar a nadie, no sé si tengo nada pero es un riesgo evitable. Eso es lo que más me duele. Llevaré el luto por dentro y visitaré tu tumba cuando esto pase.

Ella creía en dios. Así que rezo.
Yo no creo ni creo que creer sea bueno, pero no soy orgulloso.
Me enseño esa oración de cuatro esquinitas tiene mi cama, 4 angelitos que me la guardan.


En nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.

Descansa abuela.

Siempre te querré.