Andaba perdido, entre bosques y lunas, entre dunas de arena, entre poesía y metas, entre sueños y desvelos y frío en los huesos y calor en la sangre.
Andaba perdido entre noches breves y noches eternas, en libertad salvaje, en multipolaridades casuales.
Entre libros cuyos finales apenan, cultura para comer el alma, para que el cuerpo se alimente, avena.
Como los niños perdidos, pero mejor, mucho mejor.
Los años te traerán cierta elocuencia, cierta terrible omnisciencia. Más preparado que nadie para nadie, cada vez más gigante, como la energía de grande.
Nunca quise ser un hombre.
Nunca quise ser un hombre.
Solo un eterno estudiante, bajo el olmo, en los parques, con el pelo revuelto, los ojos abiertos, mirando, al cielo, el sol, los pájaros, la fuente, el aire.
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No es mi lección, una lección derrotera, no tengo derecho a ser derrotista, que hijo de la gran puta sería si con mi vida escupiera tristeza. Es una historia de colectividad y conjunción, de lucha por las más elevadas ideas con las que he chocado, de multiculturalidad, aventuras, proyectos y sueños, algunos de los cuales triunfaron y otros los cuales que no y siguen en la lucha.
Y a los que compartieron mi camino, sea como fuera, tendrán siempre mi recuerdo, una porción de mi y la infinita mayoría un cachito de mi amor.
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