Admito cierto placer secreto en el melodrama sufrido. Como un juego, hago que doy más, que me importa más, pero la gran verdad es que más allá de ese masoquismo fingido que en lo profundo de mi ser no tiene cabida. No soy masoquista, más bien directo. Más allá de eso, de la actuación, baila el terrible silencio de la apatía.
Me quedo mirando a todos bailar en las bodas y me escondo a hablar de algo importante con mis referentes. Salgo y todo se ha apagado, el dolor en la mitad izquierda de mi cara me pone de mal humor, irascible y a la vez me entristezco, no queda mucha gente.
Cazo a un ex-alcalde de Las Palmas borracho, lo veo cantar y me apago aún más. El interés obligado por el poder desaparece,
Pregunto por personas que por timidez nunca significaron nada para mi.
Habrá que irse a beber a otra parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario