martes, 12 de noviembre de 2013

Yo,el o el,yo.

La melancolía es tan intrascendente como el reflejo de ese cuchillo entre los dientes que brillaba por su inoperancia, jamás fue utilizado.

Unos ojos sinceros, un corazón profundo, unas 3 millones de noches eternas, un océano reflejado en unos ojos moribundos. Abundan las estrellas mas luna solo hay una y a veces ninguna. El espacio es algo tan intenso como agotador, como gran parte de la realidad.

Primero quiso hacer las cosas bien, luego se enfado y las quiso hacer mal, luego se canso y se dedico a viajar, aprendió y se encontró en una taza de té, ahogado. En muchas derrotas y una pobre y solitaria victoria, la de haberse conservado, fiel solo a el.

Y en unos días lo suyo era radiante quizá reflejo de un sol distante y arrogante, y en otras noches su drama era pedante, sus miedos y su instinto de conservación. Pero aun a través de los días y de las noches, el era el, lo que no sería nadie. Un simpático lunático amante de inventarse historias, que variaba entre una sórdida lucidez y bailaba tangos con luciérnagas. Que miraba a las estelas, y se perdía en los bosques. Que se metía en el mar con la mas bella y la dejaba a ella vagar para siempre en su mar. Que brazeaba en una piscina reluciendo con inquina contra todo inquisidor.

Nunca le importo el mundo, porque quien es capaz de crear no hay mundo que lo ate, no hay normas que lo maten. Que no es libre quien habla de libertad hasta agotar la palabra, es libre el que se la construye, paso a paso, letra a letra, nunca siendo estrella, sino cometa.

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