El sueño vago y difuso de un amanecer inquieto y un atardecer eterno, como las hojas de la tarde entre los algodones de otro sueño junto a ti, en el infierno.
Es el fuego, una llama rebelde y difusa que hace grande y terrible con el viento. Es el fuego tu mirada en mi boca, el tiempo, los recuerdos la cuerda de mi yo guitarra que cuando tocas, se tensa.
Se lo que quiso, quiso un amigo, confidente un acompañante necesariamente demente y lo perdería en un beso. Todo lo bueno se pierde y se ganara con los besos, los terribles demonios del fuego y el infierno se gestan altivos y arrogantes, apáticos, alterables o inalterables alternativamente. Y en las mentes de los músicos, que no son sino poetas con melodía, las conversaciones se tiñen recuerdos y se desvanecen las noches y los días.
De los teatros aprendí, que el amor aunque actúe se esconde detrás del telón. En una oscuridad tan perversa que a diferencia de estas palabras no versa sobre como se alimenta. Y en la luz, solo hay espejos huecos, un vacío inmenso, sin profundidad y con ese destetable olor a incienso, como una religión que predican las almas que dicen no estar rotas, predicando amor aman los idiotas, y haciéndolo como putas proscritas, los déspotas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario