de entre los calambres,
que ahogan a su cuello.
El tiempo se repite,
una y otra vez,
como una perpetua,
memez.
Quevedo, Machado, Lorca,
nos ahorca,
sus sombras,
su lúgubre exquisitez.
La lucidez de sus memorias,
vuelven a repetirse,
como una noria,
mas desgastada y vieja...
y ahí esta la teja,
siempre trabajando,
para ver volver,
las mismas guerras pasando.
La misma sangre correr.
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