Hubo una vez una rosa, al borde de un río, que se reía y bailaba y miraba el reflejo del cielo en el agua.
Como los mirlos cantaba, lindo, lindo lindo, la vida parpadea, hay que divertirse vivirla y romperla, arriesgar y jugar hasta el final.
Como los locos, siempre como los locos, mira no me pongas contra la pared de la cordura le decía a un pez que pasaba por ahí, que no sé amar de otra forma que no sea con alegría y ligereza.
Pero tranquilo mi amor, claro que siento celos de tu nadar, solo que yo con tus celos miro al cielo, se me cae una lagrima y miro a otro lugar. Nunca te condicionarán, los escondere torpemente con el amor torpe de un ganso glotón. Y pincharé, claro que pincharé porque naci para ser admirada y querida. Solo que al final, cuando el día se haga largo volveré a casa, y te acariciaré, a ver si podemos nadar por fin hacia el oceano, juntos.
El pez la miro parpadeo se olvidó y se fue.
Así son los peces, como la vida, un parpadeo en el corazón de una rosa.
Nada dura demasiado, nunca es suficiente.
Y a bailar.
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