lunes, 20 de octubre de 2014

A algún sitio mejor.

Al tambor, al tambor que retumbe en ardor. Mi corazón, mi corazón, que la sangre fluya de emoción. Que queme y que arda por el sonido del tambor, y a la música que preceda a las llegadas las hagan himnos que se escuchen por el futuro, cuando el tiempo pase y recuerde, pre-mortem, en un breve esternor. Y sentir la hierba bajos mis pies y que me emocione y que el miedo nos distraiga, pero que nunca pare el tambor, ni el temblor de la llegada. Y el amor y el dolor que se hagan nubes de algodón, que el pasado y el futuro nos regalen algún don, que no vayamos donde debamos y el destino no importe un pepino porque plantamos nuestro olmo y nuestra rosa en aquel rincón.

Que la historia no nos olvide, que la poesía no arrincone a la prosa ni viceversa, que no verse, ni que bese al que besó, que no importen ni esos ni esas, porque se acercan como dos lineas confluyendo fluyendo a ser música que conmueva hasta a los que rezan. Que despierten y se vean, todos, sobrecogidos por sus mentiras. Que el mundo tenga por fin sentido, que la risa y el llanto se mezclen en nuestros oidos por la dimensión de lo que va a pasar.

Repito que al tambor, al tambor que si no suena mi corazón, mi corazón es porque duermo en las almenas de alguna lúgubre mansión. Que se inunde mi salón y mis ojos recuperen su conexión con el río. Que porfin sonría y que la conmoción nos deje espacio para una nueva huida, hacia algún sitio mejor.

Siempre precedidos por el tambos.

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