jueves, 5 de diciembre de 2013

La noche del eclipse.

Así se alternaron las noches sin luna con las lunas sin noches, con los ojos hambrientos y su sutil broche de melancolía que se le quedo clavado en el pecho con la camiseta gris blanca desgarrada de su libertad perdida por su melancolía amada.

   Así se mordía el brazo, odiando profundamente el puto deseo que le bajaba por la espalda cuando se la daba. Quizá era el incontrolable brillo de sus ojos lo que mas le delataba, o su silencio preliminar porque todos los silencios tienen algo que esconder. Quizá por eso el tenía que ser mas silencioso de lo habitual como el asesino serio y de profesión que calla antes de asesinar.

   Eran las silenciosas conversaciones, susurro de las personas que se le acercaban buscando confianzas. Su instinto, sus labios desgastados, su cama alborotada, follada por todos lados. Eran los mordiscos, las caricias, las mentiras cordiales de manual, conservando una estúpida estética y rechazando opinar sobre la constante estupidez multitudinaria y cunado opinaba, cogiendo solas y opinando a matar o a conciliar. Los que opinan a dúo se creen que no tienen nada que perder porque no hay ego del resto para someter. Sin embargo, mientras los idiotas gritan banales y superficiales discursos creyendo que cambiaran el mundo, los que se mueven mejor arrinconan, acomodan al oyente y le meten el disparo en la frente. Su convicción, sus libros, su moral y la gente a solas acepta y asume, o llega a acuerdos porque no se ven asediados y esos discursos que luego gritan otros con una efervescencia increíble son los pirómanos los que los inician amablemente. Y es que quizá el fuego es en parte como la gente.

   Era por lo tanto un ser social que se construía desde el individual, son los parques y los bosques y no las conversaciones las que crean tus propias ideas y tus propias opiniones. Eres tu y no el resto el que decide quien eres, porque cuando eres parecido a lo que te rodea, eres estúpido e influenciable. Por eso uno tiene que ser siempre reaccionario contra su propio mundo y revolucionario contra el que tenga cojones de meterse con su puto mundo, con quienes ama.

 Que el mar cuando se une con el fuego, a veces lo ahoga, otras el fuego lo quema y la última opción es que se consuman, juntos, lentamente. Dos personas mordiéndose mutuamente, siendo libre libertad y puta melancolía siendo las estrellas y los días. Las constelaciones y los universos, los versos y los besos, la verdad y la mentira. Dos galaxias desconocidas, que se mezclan en el sexo hasta quedar inmersos y ser una desgarrada soledad, y a la vez en la que esta no habita ni remita el eterno invierno y el verano mas enfermo, con el toque de otoño y sin nada de primavera. Luna roja, sol negro todo dado la vuelta. El eclipse, el eterno eclipse de la posibilidad remota de mis labios en tu boca, de esa pequeña mota de polvo la casualidad de habernos encontrado.

Ojos glaucos negras fieras, ya no buscas, ya no esperas.

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