Correr con la tormenta pisándote los talones, con el viento seco colándose entre los cordones. Primero a favor del viento, suave y ligero, largos movimientos que a mínima velocidad me permiten atravesar el parque, la noche silenciosa con el murmullo quedándose atrás como si me persiguieran. No hay nadie a la 1.15 de la mañana en las calles, dos noches seguidas y no ha cambiado nada, la misma ausencia de gente que son en el mundo los detalles. No hay nadie, meto la máxima velocidad y llego a la rotonda del final los muslos arden y me quedo con unas palabras que se repiten una y otra vez, huyendo de la tormenta.
Descanso, ejercito, levanto la mirada, ciudad negra, negra mar, negras nubes encima de mi negro mirar. Acabo y me enfrento al viento, primero lento, luego, rápido. Es tan cansado enfrentarse a los elementos, la diferencia de estar a favor o en contra es abismal. Como con todo lo que amas, correr con ello es mucho mas facil que enfrentarte a eso que un día pudo estar bien pero que siempre acabo mal.
Y ayer, que para mi es hoy, huía de la tormenta y mañana que también sera hoy, quiza me vuelva a enfrentar a ella y los meses pasaran y mis músculos se desgastaran y al final entraré en casa. La dejare fuera que se largue a otra tierra, y ella se largará. Las tormentas nunca esperan y por eso no se merecen a nadie que las espere, ni a nadie que las haga esperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario