lunes, 17 de noviembre de 2014

November, its getting cold.

En cada gota de la lluvia el mundo gritaba una razón, bellas, singulares y plebellas, todas iguales, frías, azules, se mezclaban con sus ojos que miraban hacia arriba mientras bailaba, inscontante, feliz e infeliz, desgarrado y orgulloso, perro mojado en la infinita pista de baile hecha de cemento, de realidad. Y ellas caían implacables y se mezclaban como lagrimas que se unían e iban al río para volver al mar, condesarse en nubes para volver a caer y mezclarse en los ojos de los perdidos.

El alcoholizado profundo, nunca alcohólico, siempre alcoholizado, lo que mas amaba era desprenderse en un colocón de los formalismos, tumbar las barreras, intentar acercarse a si mismo. Los borrachos tienen eso, se simplifican casi de mortalidad a sus deseos y se dejan llevar. El que siempre desprecio a los simples, apreciaba de vez en cuando y jugando con todo y a por todas, darse a la simpleza macabra. A sus asquerosos sentimientos.

Y bailaba y cantaba y gritaba algo de extremoduro, palabras vacías nunca valeís nada, nunca se quedan, nunca se quedaban. El era ese instante fugaz, que pasó. Bajo finalmente la vista, se lavo la cara, abrió el paraguas naranja. No regalo un suspiro, miro hacia abajo y camino haciendo eses por muchos desconocidos sitios. Sin rumbo ni destino, sin prisas, sin motivos. Caminó a un horizonte, como van los que no tienen razones, a vivir, a morir.

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