miércoles, 9 de noviembre de 2011

un loco en una cuerda

Salones y pasillos blancos infinitos, puertas que llevan a habitaciones cuadradas con una ventana de papel en cada habitación, y ese sentido de lo interminable, del esquema perfecto, de la cárcel que encierra al alma dentro, como ratón sin gato que de las ganas de sobrevivir.

A través de los pasillos buscas las imperfecciones y como no las encuentras, las creas, quitas pintura a una esquina y la haces tuya, te acurrucas entre dos paredes que chocan y sientes el frío que no da el hogar. Se necesita mucho tiempo para construir algo que de verdad te pertenezca y se pierde todo muy facilmente si no lo cuidas en la justa medida. Detestas el tema del control, o cuidas con tu vida, o no cuidas. Las medias tintas son... demasiado... producto y odias los productos como detestas esos interminables e impasibles pasillos.

Te levantas en el mismo sitio donde te echaste a dormir esperando que algo haya cambiado y no lo ha hecho. Aun controlado como eres te desesperas y sueltas una patada a una de las paredes y caen todas ellas como si fueran de papel, te da en la cara la lluvia fría de Noviembre y al final logras entender que siempre estuviste a la intemperie.

No es de la vida lo que ya se sabe lo que se debe buscar. La belleza es ignorante y loca porque quererse como idiotas puede crear genios del amor, detesto esta palabra.

El constructor es el que construye un sitio, pero es el que vive en el, el que le da vida.

Siempre queda algo que decir pero no siempre quedan fuerzas.

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